Benedicto XVI abogó también por potenciar el diálogo intercultural, para promover la cooperación entre países y construir una “ciudadanía mundial” basada en los derechos humanos, independientemente del origen étnico, pertenencia política y creencias religiosas.
El Pontífice, en su segundo y último día en Lisboa, camino de Fátima, se reunió con el mundo de la cultura portuguesa, representada, entre otros, por el centenario cineasta Manoel de Oliveria (101 años), al que expresó su “admiración”, y la fadista Carminho, de 25, una de las nuevas voces del fado, antes quienes dijo que la sociedad actual vive una época “turbulenta”.
“La cultura actual refleja una tensión, que a veces toma forma de conflicto, entre el presente y la tradición. La dinámica de la sociedad absolutiza el presente, separándolo del patrimonio cultural del pasado y sin intención de delinear el futuro”, afirmó el Papa ante más de mil personas.
El Obispo de Roma dijo que esa valorización del presente como “fuente inspiradora del sentido de la vida”, choca con la fuerte tradición cultural de pueblos, como el portugués, marcados por la influencia milenaria del cristianismo.
El Pontífice agregó que ese conflicto entre tradición y presente se expresa en la crisis sobre la verdad de Dios, “la única que puede orientar y trazar el sendero de una existencia conseguida, tanto a nivel individual como pueblo.
“Para una sociedad formada mayoritariamente por católicos y cuya cultura está profundamente marcada por el cristianismo se revela dramático intentar encontrar la verdad fuera de Jesucristo”, subrayó el Papa.
Benedicto XVI expresó el respeto de la Iglesia con “otras verdades” o con “las verdades de los otros” y abogó por el diálogo con otras culturas.
El Papa teólogo, recordando a Pablo VI, afirmo que la Iglesia tiene que dialogar con el mundo en el que vive y que ese diálogo debe ser sin “ambigüedades”.
A este respecto agregó que constatadas las diferencias culturales hay que trabajar para que las personas no sólo acepten la existencia de la cultura del otro, sino que se enriquezcan de ellas y le ofrezcan lo que poseen de bien, auténtico y bello. Además, el Papa defendió el Concilio Vaticano II, que impulsó a la Iglesia hacia el tercer milenio.