De esa tarea “tan ambiciosa que no tiene límites” hablaron ayer, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, el psicopatólogo Carmelo Vázquez y el psicólogo Helio Carpintero, quien ha dirigido un curso sobre las nuevas perspectivas de la psicología positiva.
Los dos catedráticos consideran que las instituciones tienen que ayudar a que los ciudadanos “saquen lo mejor de sí mismos”, sean mejores personas, más optimistas y capaces de afrontar las dificultades.
En el Reino Unido, ha explicado Vázquez, se ha creado un programa para poner en marcha “escuelas positivas” que enseñen a los niños a resolver conflictos y a tener un pensamiento más realista.
También en Escocia se ha diseñado un programa sanitario que tiene por objetivo principal mejorar el bienestar de los ciudadanos para así mejorar su salud.
Según diversos estudios realizados en los últimos años, quien ha padecido depresión en algún momento ve reducida en dos años su esperanza de vida y tiene una salud peor; mientras que un optimista realista, que no iluso, muere más tarde que un pesimista.
Helio Carpintero ha animado a los responsables políticos a que, dentro de dos años, conmemoren de otra forma el centenario de la Constitución de Cádiz de 1812 y, en lugar de organizar “celebraciones culturalistas”, recuperen el espíritu de un texto que establece que el fin del gobierno es “proporcionar felicidad a los ciudadanos”.
Según este catedrático de la Universidad a Distancia de Madrid, la psicología positiva, que parece -ha dicho- una ciencia pensada para “dibujar la vida en rosa”, ofrece herramientas muy útiles para estos “tiempos tan dramáticos y duros” porque busca transmitir optimismo al que lo ha perdido y fortaleza a quien “está a punto de tirar la toalla”.
“Esas técnicas deberían ser utilizadas a fondo por los responsables sociales, porque el país necesita apoyo y solidaridad y la psicología positiva está ahí, al servicio de la sociedad”, ha apuntado.
Segúnexplicó Carmelo Vázquez, conseguir una sociedad más feliz es una tarea que corresponde a todos, que hay que hacer de abajo arriba pero también de arriba abajo y, en su opinión, los políticos podrían empezar por “inyectar” en la sociedad un “mensaje tan revolucionario” como que el dinero “no añade una gota de felicidad”.
“Los datos son contundentes: el dinero no tiene nada que ver con el bienestar humano”, ha insistido este psicopatólogo, quien ha defendido que quien crea lo contrario está “condenado al fracaso y a la frustración”.