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Sábado 19/04/2025
 
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Jerez

The White Lotus y su semblanza sobre el poder del dinero, ese corruptor de almas

La exquisita serie de HBO se decanta en su tercera temporada por explorar el mundo de la espiritualidad como excusa para escudriñar en la vida de cierta élite

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Hay una secuencia en la primera temporada de The White Lotus que da la medida exacta del espíritu que atraviesa hasta ahora las tres excelentes entregas orquestadas por su creador Mike White. Una secuencia que, podría decirse, marca territorio. En ella aparece Connie Britton sentada a una mesa con Alexandra Daddario, una joven periodista invitada al hotel que acude a saludarla y a la que termina despreciando y humillando por el mero hecho de no pertenecer a su estatus social.

Es decir, esto no es Vacaciones en el mar, ni siquiera la afamada Hotel, aunque el punto de partida sea idéntico: un variopinto grupo de personajes acude a pasar sus vacaciones a un lugar exclusivo y participamos de sus alegrías y miserias, al tiempo que conviven con los empleados del establecimiento. Hasta ahí las similitudes. Lo que viene a continuación es un entramado retorcido y visceral que responde igualmente al leit motiv de la serie: el dinero puede dar la felicidad, permitirte todo tipo de lujos, pero es el gran corruptor del alma del ser humano, tal y como pone de manifiesto White, por si seguían quedando dudas, en la secuencia final de esta tercera temporada.        

Lejos de incurrir en una fórmula que pueda pecar de agotamiento -en todo caso recurrir de nuevo al largo flashback sobre el que se levanta su estructura narrativa-, su director y guionista ha tenido el acierto de ubicar cada temporada en un escenario diferente, con personajes diferentes y un trasfondo emocional diferente. La primera, en Hawaii, lindaba con la comedia; la segunda, en Sicilia, abundaba en el componente sexual; y esta tercera, en Tailandia, se entrega a lo espiritual de la mano de unos personajes rendidos a lo material y enfrentados, en todo caso, al temor de la pérdida de las piezas fundamentales que componen ese recorrido vital y exclusivo en el que se encuentran perfectamente acomodados, ya sea su propio dinero, sus amistades o un futuro libre de cargas.

Todo ello a partir de una muy cuidada composición estética -como si llevara la línea estilística del hotel a la propia imagen de la serie-, aunque aquí peque de una excesiva proliferación de postales naturales, casi de promoción del destino, y, por supuesto, de su habilidad para rodearse de un casting excelente que en esta ocasión cuenta con actrices tan extraordinarias como Carrie Coon, Parker Posey, Michelle Monaghan y Leslie Bibb, con actores como Jason Isaacs, Walton Goggins o Sam Rockwell, y, por supuesto, de su apuesta por nuevos valores, caso de Aimee Lou Wood, Sarah Catherine Hook y Patrick Schwarzzenegger -el hijo de Arnold-.

Es ese plantel el que sostiene el interés y la profundidad de cada una de las subtramas que componen esta temporada, el que da autenticidad a la podrida moral que contamina las decisiones de los protagonistas o a la candidez indefensa de quienes aún no han sucumbido a la tentación de mancharse las manos de dinero.

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