En algunos políticos hay más apariencia que ciencia, más envoltura que esencias, más fundas que fondos, más impostura que autenticidad, más confusión que claridad, más disonancia que armonía y más enredo que organización.
Toda esta atmosfera es propicia a poner en marcha cortinas de humo para que se hable de lo que ellos quieren y no de lo que a los ciudadanos y ciudadanas les interesa. Y en ese triple salto mortal sin red y pensando solo en sus intereses, hoy dicen una cosa y mañana defienden justo lo contrario.
Dentro del juego del todo vale, se inventan relatos y conspiraciones, y de la mano de sus egoísmos y ambiciones personales, olvidan el interés general y van perdiendo la calle., y hoy justifican el rapto de lo que ayer decían defender o viceversa.
Y conforme se van instalando en el poder como algo patrimonial, tejiendo la red del clientelismo y el amiguismo, van perdiendo ideas, chispa e ingenio, y se van tornando soberbios, inaguantables y aburridos. Ocultan ferozmente todo lo que no quieren que se sepa., y convierten en malo y peligroso a todo aquel que no comparte su criterio, negándoles el pan y la sal.
Lo peor es cuando hacen, con sus decisiones que la gente pierda la ilusión o no tenga esperanza en el presente ni en el futuro, y se vuelven especialistas en cortarles las alas a todo el que quiere pensar por su cuenta, volar hacia paraísos imaginarios o luchar por construir una sociedad mejor.
Cuando comienzan a justificarlo todo aunque se llamen de izquierdas y siembran miedos infundados entre la población o se plantean que la culpa de todo es de la política los partidos y los políticos, y se va fraguando cada día que pasa un discurso más reaccionario.
Van configurando una realidad más virtual que otra cosa, y encadenando a la gente a necesidades artificiales, y haciéndolas más dependientes, y se pierden en medio de discursos y declaraciones, sin encontrar ni a su sitio ni a su gente.
A veces, en el colmo del disparate, quieren hacernos creer como en el fandango que cantaba Rafael Farina, “qué lo malo es igual que lo bueno”, como si fuéramos tontos o nos tomaran por gilipollas, y no nos despejan ninguna incógnita haciéndonos correr hacia no se sabe dónde, como si fuéramos a morir al minuto siguiente.
En cualquier momento puede destaparse la caja de los truenos, y nos encontramos que alguien no era quien creíamos suponer, y nos ofrece la sorpresa, y los que ayer defendían una cosa, ahora se muestran ardientes valedores de todo lo contrario.
Respiramos tranquilos cuando recuperamos la visión optimista que nos permite estar en la mejor de las disposiciones, y nos aleja de las radicales posiciones que quedan muy bien para el titular, pero nos mantienen demasiados frentes abiertos sin saber por dónde empezar.
Lo peor es cuando la actuación de algunos políticos provocan que los ciudadanos y ciudadanas se sientan engañados, porque no han visto cumplidas ninguna de las promesas que les han hecho , abandonados a su suerte y tristes y sin esperanza en el futuro.
Entre omisiones, huidas y desapariciones, nos dejan las envolturas, debemos no ser rehenes de odios y rencores, de envidias y mezquindades, y convertirnos en los líderes capaces de entusiasmar y convencer a los demás y saber ser el vehículo de todas las voces, ecos y acentos.