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Días de barrunto

La vida es un Carnaval

Por más que intente afinar el oído, no se escuchan pasacalles, como sería costumbre cualquier día de febrero

Publicado: 07/02/2021 ·
20:33
· Actualizado: 07/02/2021 · 20:33
  • Imagen del Carnaval barbateño. -
Autor

José Manuel Infante Gómez

Columnista mitad barbateño mitad madrileño. Redactor en web deportiva trescuatrotres.com

Días de barrunto

En palabras de su autor: "Intento decir lo que pienso pensando siempre lo que digo"

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Del polideportivo al puerto y desde allí al parque infantil y al Hoyo la Tota. Pero nada, las calles están vacías y no se encuentra ningún tablao. Y lo que es más triste, el silencio que lo envuelve todo. Por más que intente afinar el oído, no se escuchan pasacalles, como sería costumbre cualquier día de febrero.

Así que no me queda más remedio que meterme en la ducha después de la caminata. Mientras me desvisto, debato conmigo mismo entre poner el pasodoble de la sonrisa o Me han dicho que el amarillo. Me decido por cantarle al Cádiz, a ver si hoy gana de una puñetera vez.

Hoy tendría que bajar a comprar el Diario para ver el orden de actuaciones en el Falla, como sería costumbre cualquier día de febrero, pero no va a poder ser, porque tampoco hay concurso.

Como toca ponerse la camiseta del Cádiz, abro el armario y una nueva duda me asalta: La de Pepe Mejías o la de Mágico. Al final, me sale sola la coletilla de “ forever Pepe only you Mejías” y elijo al gaditano musitando una disculpa para el Dios salvadoreño.

Como es costumbre cualquier día de febrero, comienzo a tararear otra copla, porque “ Hay amores que nacen en primavera” y duran toda la vida. Pero me falta algo fundamental para arrancarme ya por pasodobles. Sin el pito de caña es imposible, así que voy directo al arcón para buscar el instrumento.

Lo primero que veo es el uniforme del Comando del Capitán Tajarina, que me pondría muy gustoso si de esa forma pudiese combatir al Covid cabrón, pero descarto la idea al instante, no me apetece acordarme del puñetero bicho.

El dichoso pito se debe haber escondido en el rincón más recóndito y tengo que apartar el pantalón con el culo al descubierto de Village People, la gorra de Paco el de Omaíta y la piel de conejo de Duracell con el dimos el pelotazo en aquella cabalgata. También tengo que sacar el martillo de juez de Con la Venia, las gafas de buitre, la peluca de Las Cumplías y la peineta de Las Copleras. Toda una vida de tipos de Carnaval, aunque a veces pienso que los meses de febrero eran los únicos donde no iba disfrazado, sino que me mostraba realmente como soy.

Por fin, al fondo del arcón, entre la coleta de algo que acabó siendo una mala copia de Melody y un casco romano de mi bautizo de fuego en Madrid( en la muy honorable zona de Carabanchel), aparece un pequeño objeto de plástico, de colores amarillo y azul, por supuesto.

Ya puedo soltarme el pelo, como sería costumbre cualquier día de febrero.

“Qué bonito está mi pueblo, qué bonita es mi ciudad”.

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