Nunca había escuchado esa palabra con la que hoy titulo mi articulillo. Hasta que no me empecé a juntar con un jiennense, no la había leído ni oído. Pensaba que era un término propio de la zona, como aquí puede ser ‘guachisnai’ o ‘tomaraquetuviera’, pero no.
Hagan el ejercicio de poner en un papel la lista de tontos que conocen y quedarán asombrados de la cantidad de tontos que son capaces de enumerar
La RAE me lo explica y lo transcribo: “indolente, embrutecido por la pereza” y, como similares, los Académicos de la Lengua apuntan a “perezoso, holgazán, gandul, vago o zángano”. Un flojo, para que me entiendan.
Así que me equivocaba porque yo, para mis adentros, consideraba que un zanguango era un tonto a las tres. Y, según mi acepción del vocablo (le sucede como a ‘bastinazo’, que sirve para múltiples denominaciones), en estos días me he sentido un zanguango, un tonto de baba.
A veces pienso que estamos rodeados de tontos. A algunos los llamo así en la intimidad de mis pensamientos. Hay tontos de capirote, tontos de nacimiento, tontos del Barcelona, tontos del Real Madrid, tontos engominados, tontos de pelo suelto, tontos rubios, tontos morenos, tontos progres, tontos fachas…
Y lo más interesante es que, para muchos de estos tontos, yo también soy un tonto. Hagan el ejercicio de poner en un papel la lista de tontos que conocen y quedarán asombrados de la cantidad de tontos que son capaces de enumerar de cualquier género o condición.
Cada uno en su casa o con su vida que haga lo que le apetezca, pero cuando las acciones de otros te hacen sentir tonto, la cosa cambia. En una Democracia el Estado tiene que saber frenar, debe ponerse delante del toro y asumir las consecuencias de una posible cornada.
El respetable es el que paga y el que decide si la faena es correcta o no. Es el público el que sostiene con su dinero el mantenimiento de la plaza y de los chiqueros, da de comer al toro y al ganadero, abona las mensualidades del presidente y ayudantes, veterinarios, mozos y toreros, y muestra un comportamiento ejemplar durante las corridas.
A mí no me gusta que me tomen por tonto porque podría pasar que, cuando me aburra, me convierta en un perezoso, un holgazán, un gandul, un vago, un zángano o un zanguango de la sociedad.
Ojú qué plan
El zanguango
Artículo de opinión de Quique Pedregal, periodista, coordinador de Viva El Puerto

- Político.
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