Los sentimientos de frustración y de rabia contra los dos contendientes en la guerra que acaba de concluir reflejan el fuerte cisma político que existe en Gaza, y que la ofensiva israelí amenaza con exacerbar.
El movimiento islamista es mayoritario en la franja, donde también existe apoyo a organizaciones rivales, como la nacionalista Al Fatah, del presidente palestino, Mahmud Abas, que fue el primero en culpar sin ambages a Israel de la “brutal agresión” pero sin dejar de responsabilizar a Hamas de haberla desencadenado.
“Mi casa ha sido arrasada por decenas de tanques israelíes hasta que se aseguraron de que quedaba totalmente destruida”, relata a Efe Salem Dalul, de 45 años y residente de Zeitún de Gaza, uno de los barrios más castigados por las fuerzas israelíes.
Al regresar ayer a los restos de su vivienda de dos pisos en la que residía junto a las familias de tres de sus nueve hijos, Dalul se lamenta de que todos ellos se han convertido de la noche a la mañana en sin-techo.
“No tenemos a dónde ir, no tengo dinero y no creo que pueda construir otra casa de nuevo”, refiere Dalul, quien en el pasado trabajó en Israel, donde se ganaba un jornal gracias al cual pudo levantar su casa.
Dalul responsabiliza tanto a Israel como al movimiento islamista Hamás de su desgracia. “Culpo a Hamas y a Israel de meternos en esta guerra destructiva, en la que no hemos ganado nada, sólo destrucción y muerte”, apunta.
La casa de Abu Rami Shaladan, de 50 años y residente del barrio de Shajaía, al este de Gaza capital, ha corrido la misma suerte.
“Los israelíes bombardearon mi casa después de que varios milicianos dispararan contra sus fuerzas desde una vivienda colindante”, explica antes de acusar, en su caso directamente, al movimiento islamista.
“Culpo a Hamas de lo que nos ha sucedido. Debían saber de antemano que el Ejército israelí es mucho más poderoso”, apostilla.
Va más lejos al señalar que Hamás debió aceptar la reanudación de la Tahadía, o alto el fuego temporal, que el movimiento islamista no renovó una semana antes de que Israel lanzara su ofensiva, y se pregunta: “¿Por qué continuaron discutiendo y mintiéndonos hasta llevarnos a esta situación?”.
Para Naji el-Daba, de 62 años y vecino de Tufa, en la ciudad de Gaza, no ha duda, por el contrario, de la parte que carga con mayor responsabilidad en el drama de la franja.
“No entiendo la política de Israel de destruir nuestras casas, ¿por qué atacaron mi casa? Todo el mundo sabe que mi familia y yo somos gente pacífica y no pertenecemos a ninguna facción o brazo armado”, manifiesta impotente mientras mira perplejo los escombros que un día fueron su hogar.
Naji el-Daba concluyó exhortando a Israel y a la comunidad internacional a que “busquen una solución para cesar las luchas contra los civiles inocentes que siempre terminan pagando un duro precio en las guerras”.
El trágico recuento de víctimas mortales en las tres semanas de bombardeos israelíes y combates terrestres es de 1.310, de los que 420 son menores, en tanto el número de heridos asciende a 5.500, según el portavoz de emergencias del Ministerio de Sanidad en Gaza, Moawiya Hasanín.