Es tanto el desconocimiento que existe acerca de la vida y costumbres de los zifios, que existen especies que nunca han podido verse en la naturaleza y sólo se conoce su existencia por la aparición de ejemplares muertos en las playas.
Estos animales bajan a grandes profundidades a comer, y están bajo el agua hasta una hora, pero cuando suben a respirar, pasan tan sólo dos minutos en superficie y vuelven a hundirse para seguir buceando. Si calculamos cuánto tiempo en total está un zifio sumergido (es decir, no visible), y cuánto en superficie (o detectable), obtenemos un resultado espectacular: los zifios sólo están en la superficie del agua un 8% del tiempo total de su vida. Esto nos da una idea de lo difícil que puede ser detectar la presencia de zifios en las aguas de una zona.
Varamientos masivos
Tristemente, es uno de los cetáceos que más varamientos masivos produce en las costas, particularmente después de maniobras militares con sónares activos. Esto, unido al desconocimiento acerca de sus poblaciones, comportamiento, fisiología o estructura social, nos da una idea de que probablemente estos animales sean especialmente sensibles a estos sónares, y por ello se debe estudiar profundamente el problema, desde las causas hasta la solución.
Los sónares activos de media frecuencia (abreviados por sus siglas en inglés como MFAS), son dispositivos militares de detección de submarinos a grandísimas distancias, por lo que son extremadamente potentes y se colocan suspendidos de los barcos a más de 100 metros de profundidad. Desde ahí emiten sonidos, que son reflejados por los posibles submarinos y recibidos por el barco de nuevo en forma de eco. De esta manera se pueden construir imágenes tridimensionales, según el mismo mecanismo que permite conocer el estado de un feto ante una ecografía humana.
Este método de ecolocalización, no ha sido inventado por el ser humano, sino que lo hemos plagiado de la naturaleza, puesto que es exactamente el mismo que utilizan nuestros cetáceos para comunicarse, cazar, detectar enemigos y en definitiva, vivir.
¿Por qué mueren los zifios?
Como mamíferos que son, los zifios respiran aire en superficie, que renueva el ciclo de la respiración en los músculos y órganos vitales. El aire tiene, además del necesario oxígeno, un alto contenido en nitrógeno, inocuo para los tejidos, que se mantiene disuelto en la sangre en equilibrio con la atmósfera.
Cuando los animales bajan a grandes profundidades, los pulmones, debido a la altísima presión existente, se colapsan, es decir, reducen extremadamente su tamaño y vacían el contenido gaseoso al cuerpo, disolviéndose todo el gas en el torrente sanguíneo, sin suponer ningún daño para los animales a esas profundidades. Los zifios, tras cazar a sus presas a casi 1000 metros de profundidad, suben lentamente a la superficie, de tal manera que, a medida que disminuye la presión, los gases de la sangre también se van descomprimiendo y van pasando lenta y equilibradamente, de los vasos sanguíneos a los pulmones de nuevo, volviendo éstos a su tamaño original poco a poco. Podemos figurar la situación imaginando que nos ponemos un globo inflado en la boca, lo vaciamos aspirando el aire en su interior y posteriormente volvemos a volcar el aire en el mismo globo, inflándolo de nuevo.
Cuando se ejecutan ejercicios militares con MFAS en presencia de zifios, éstos a veces aparecen muertos, pero ¿a causa de qué? La respuesta es la llamada embolia gaseosa, conocida también por los buceadores, debido a los temidos accidentes que sufren cada año algunos practicantes de este deporte, y que se rige por la misma causa que mata a los zifios.
Cuando los zifios están a gran profundidad y reciben un sonido tan potente como el que emite un MFAS, es muy probable que suban rápidamente a la superficie totalmente despavoridos, lo cual tiene gravísimas consecuencias para ellos.
Si suben asustados a toda velocidad, no son capaces de reequilibrar lentamente el contenido de nitrógeno entre la sangre y los pulmones, por lo que se produce una expansión descontrolada de los gases en el cuerpo: se generan grandes burbujas de nitrógeno en los vasos sanguíneos que provocan un taponamiento y evitan que llegue oxígeno a los órganos vitales (como cerebro y corazón), con la consecuencia final de la muerte del animal.
Podríamos hacernos una idea del mecanismo si imaginamos que estamos en el fondo de una piscina y dejamos escapar pequeñas burbujas. A medida que ascienden, su tamaño crece increíblemente.
Otra posibilidad es que la propia potencia extrema del sónar que llega al animal, haga vibrar sus tejidos y le provoque directamente las burbujas de gas, con idénticas consecuencias mortales. Una comparación gráfica podría ser imaginar que damos un golpe seco o agitamos una botella de refresco con gas. Repentinamente se generan burbujas de gas que estaba disuelto en el líquido, y se expanden.
Lo peor, no es pensar en los pobres animales que llegan reventados por la embolia a las playas de la región afectada, arrastrados por el viento y la corriente, sino hacerse a la idea de que esos son sólo los animales que nosotros podemos ver, pero que con total seguridad habrá muchos otros que hayan muerto en las mismas circunstancias pero las corrientes los han llevado mar adentro, o al fondo.
Por ello, hay que pensar que tras un incidente como un varamiento masivo por estas causas, hay muchos más animales muertos que no podemos ver, y que la tragedia es mucho más grande de lo que parece…
Por todo ello debemos aumentar el conocimiento que tenemos sobre estos enigmáticos animales, pero sobre todo, debemos encontrar la manera de que puedan ser detectados antes de que se ejecuten prácticas militares en el mar. Tenemos medios técnicos suficientes para conseguir soluciones y poder dar una oportunidad a los zifios, tan sólo hay que querer brindársela.