La Hermandad de Bondad y Misericordia abrió ayer la Semana Santa en la iglesia de la Victoria, templo del que salió por cuarto año consecutivo una cofradía que se ha visto de algún modo a ejercer ese papel de nómada que el pregonero, Antonio Gallardo Monje, atribuyó este pasado domingo al pueblo cristiano.
La corporación -que rinde culto a su titular en el Santuario de San Juan Grande y desarrolla su actividad en la barriada de Juan XXIII- plantó su cruz de guía en la calle a las cinco y media de la tarde. El sol que tanto se ha echado en falta en estas últimas semanas saludó la presencia de estos primeros nazarenos, de antifaz de tono carmesí y túnica crema.
Todavía en el interior del templo, el capataz del único paso de la cofradía, Jesús Sánchez Lineros, dedicó una levantá a los niños, evocando además el carácter infantil de quienes promovieron en su día la creación de esta joven hermandad. La salida del Señor de la Bondad y Misericordia -que preside un misterio que evoca el lavatorio de pies de Jesús a sus discípulos- fue saludada por la Agrupación Musical San Juan, que celebra este año su 40 aniversario y que ayer dejó buenas muestras de su magisterio.
El paso lució un friso de clave de un tono muy similar al que lucen los nazarenos tanto en el antifaz como en la cera; mientras la imagen del Señor fue tocada con un mantolín de color verde esperanza.
La cofradía tomó por la calle Ancha en dirección a Taxdirt para reencontrarse con su barrio, donde se vivieron quizá los momentos más emotivos de la tarde. Es deseo de la corporación poder levantar una capilla en la zona de Juan XXIII. De momento, queda seguir asumiendo ese papel de nómada y agradecer año tras año la acogida que le brinda en su sede la Hermandad de la Soledad, a la que le unen ya unos lazos sólo comparables a los que mantiene con la Hermandad del Nazareno, en cuyo templo realizó un año más su estación de penitencia, pasadas ya las diez de la noche.
