El Jueves Santo de 2025 ha sido, por fin, el primero en el que la lluvia no ha tenido ni protagonismo ni amenaza. Un día que Sevilla llevaba demasiado tiempo sin vivir con esta serenidad, y que se agradeció tanto en la calle como en el paso de las hermandades. El cielo se mostró indulgente, la temperatura agradable, y la jornada discurrió sin sobresaltos meteorológicos. Pero si el cielo no complicó las cosas, el reloj sí quiso dejar su huella.
Porque aunque la tranquilidad fue la tónica general, los retrasos volvieron a ser protagonistas, sobre todo en la salida de la Catedral por la Puerta de Palos. La jornada terminó con 49 minutos de demora acumulada, con parones que afectaron especialmente a las tres últimas cofradías: La Quinta Angustia, El Valle y Pasión, que llegaron a estar detenidas durante varios minutos antes de poder acceder a la Carrera Oficial.
Según los datos ofrecidos por el Consejo de Hermandades, los retrasos quedaron repartidos de la siguiente manera: Los Negritos (+2), La Exaltación (+13), Columna y Azotes (-1), Montesión (+9), Quinta Angustia (+11), El Valle (+6) y Pasión (+9). Conviene señalar que las puertas de la Catedral se abrieron cinco minutos más tarde debido a la finalización de los Santos Oficios, un pequeño ajuste que arrastró parte del desfase.
Ese retraso en cadena hizo que el Jueves Santo se fusionara de manera natural con la Madrugá, que ya se encontraba en pleno inicio con varias hermandades en la calle mientras las últimas del día anterior aún concluían su recorrido. Un final que, aunque no empañó la jornada, sí volvió a poner sobre la mesa la necesidad de seguir ajustando horarios para evitar estos solapes que desdibujan los límites entre días grandes. Especialmente reseñable también el hecho de que las Cigarreras saliera de la Iglesia de los Terceros que obviamente provocó que la movilidad en el centro fuese mucho más complicada de lo habitual al haber una cofradía más.
El público: la asignatura pendiente
Pero si algo volvió a chirriar en una jornada tan simbólica como esta fue la actitud de parte del público. El Jueves Santo es una fecha marcada en rojo en el calendario del sevillano, y sin embargo, en demasiados rincones del centro se repitió la estampa ya conocida: sillas de camping, mochilas, víveres y ocupación prolongada de aceras y accesos clave. Ni el decoro ni la movilidad salieron beneficiados. El comportamiento de ciertos sectores del público volvió a ser más un lastre que un apoyo para el correcto desarrollo de la jornada.
Aun así, la sensación general fue de alivio. Tras días de suspense meteorológico, Sevilla pudo vivir su Jueves Santo con pasos firmes y cielos limpios, aunque con la urgencia de seguir reflexionando sobre el espacio, el tiempo… y el respeto. Porque cuando todo lo demás acompaña, la ciudad solo necesita eso para brillar.