Tras un mes de violencia, israelíes y palestinos siguen inmersos en la peor escalada desde la guerra de Gaza de 2014, sin que por el momento los esfuerzos internacionales hayan conseguido frenar realmente la que algunos describen ya como "Intifada de Jerusalén".
Tres sucesos en el norte del territorio ocupado de Cisjordania y las ciudades israelíes de Rishón Letzión y Natania, son este lunes el crudo recuerdo de que la calma sigue lejos, y de que el número de muertos y heridos crece día tras día.
En el primer suceso de la jornada, un palestino murió abatido por soldados israelíes en el paso fronterizo de Yalame, en el extremo norte de Cisjordania, cuando según el Ejército trató de apuñalar a uno de sus soldados con un cómplice que ha sido detenido.
Los otros dos sucesos han dejado un balance de cuatro israelíes heridos, tres de ellos graves, en sendos apuñalamientos que dos palestinos cometieron en centros urbanos al sur y norte de Tel Aviv.
En ambos casos los atacantes eran residentes de los territorios ocupados, el primero de Hebrón y el segundo de Tulkarem, aunque la policía no ha informado si se encontraban en Israel con permiso de trabajo o sin él.
Más de 150.000 palestinos trabajaban dentro de Israel hasta el pasado 1 de octubre con autorización y sin ella, aunque su acceso fue restringido de forma dramática a raíz de la ola de violencia, que tuvo sus primeros destellos en septiembre con una serie de enfrentamientos entre manifestantes palestinos y la policía israelí en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén.
Lugar sagrado para judíos y musulmanes, que la conocen como Monte del Templo y Noble Santuario respectivamente, el control por la explanada ha sido desde siempre el núcleo del conflicto palestino- israelí.
Los palestinos acusan a Israel de haber cambiado el statu quo que impera en ese recinto desde 1967, mientras el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, insiste que no ha ocurrido tal cosa.
De una u otra forma, son cada vez más los palestinos que describen la escalada como la "Intifada de Jerusalén", un término acuñado desde Gaza en sus primeros días tanto por la ubicación de la venerada mezquita de Al Aqsa como por el ímpetu que tuvo la ola de violencia en la ciudad santa nada más comenzar.
Desde entonces han muerto 73 palestinos, al menos la mitad atacantes o supuestos atacantes de israelíes, y el número de heridos supera los 2.240, de ellos unos 2.000 por heridas de balas y balas recauchutadas disparadas por el Ejército en las incesantes protestas que se han sucedido en Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza, según datos del ministerio de Sanidad en Ramala.
En el lado israelí, el balance de muertos asciende a diez personas, a los que se unen un emigrante eritreo y un atacante árabe-israelí. Los heridos superan los 140, según el servicio de emergencia Maguen David Adom (equivalente a la Cruz Roja).
Los esfuerzos de mediación hace dos semanas del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y días después los del secretario de Estado de EEUU, John Kerry, consiguieron un mínimo acuerdo para instalar cámaras en la Explanada, con el fin de verificar el cumplimiento del statu quo.
Sin embargo, estas no han sido aún colocadas por falta de desarrollo de un acuerdo sobre los detalles entre el Waqf Islámico de Jerusalén e Israel.
Los apuñalamientos y atropellos de las primeras semanas, así como un ataque con arma de fuego dentro de un autobús jerosolimitano, propagaron el pánico en la parte oeste judía de la ciudad, mientras en el este palestino el temor a ser víctima de una posible venganza mantuvo en sus casas a la población.
Un mes después, parece haberse relajado la tensión en Jerusalén, donde el Gobierno israelí ha llegado a instalar controles policiales en los accesos a los barrios palestinos y desplegado a varias compañías del Ejército, en una decisión que indignó a la derecha nacionalista porque, dijeron, partía la que Israel considera su "capital eterna e indivisible".
El nuevo foco de tensión se ha trasladado esta última quincena al distrito de Hebrón, la otra ciudad más venerada por musulmanes y judíos y de la que eran 25 de los 73 muertos palestinos, en comparación con los 19 de Jerusalén Este.
El alto número de muertos es atribuido por el Gobierno palestino a un uso excesivo de la fuerza aprobado por Israel, particularmente con atacantes o supuestos atacantes que son inmediatamente abatidos en una política de tolerancia cero.
A su población también ha indignado la política israelí de no devolver sus cadáveres, lo que ha generado en la última semana numerosas protestas y enfrentamientos.
Por recomendación del servicio secreto, el Ejército devolvió este fin de semana siete de ellos, pero quedan pendientes decenas.