Las muertes probables por ébola en el noreste de la República Democrática del Congo (RDC) ascienden ya a 135, después de que este sábado murieran cinco personas, según los últimos datos divulgados anoche por el Ministerio de Sanidad congoleño.
Del total de fallecidos, 100 han dado positivo en el laboratorio, mientras que el número total de contagios alcanza los 211, 176 de ellos confirmados y 35 probables, a fecha de 13 de octubre.
Dos meses y medio después de que se declarara esta nueva epidemia en las regiones orientales de Kivu del Norte e Ituri, el brote, lejos de remitir, dio inicio este sábado a una segunda oleada "de alto riesgo" en la ciudad de Beni.
"La epidemia en Beni es de alto riesgo y la situación es preocupante", informó entonces el ministro de Sanidad, Oly Ilunga, quien aseguró: "todavía no sabemos la escala de la misma, (pero) el epicentro que estaba en Mangina ahora está en Beni".
Aunque entre ambas ciudades tan solo distan unos 20 kilómetros, la mayor cercanía de Beni con Uganda aumenta el riesgo de propagación a países vecinos, así como la presencia de grupos armados y la espiral de violencia que asola Kivu del Norte.
El ministro señaló entre los factores responsables de esta segunda oleada el rechazo social existente hacia el ébola, la inseguridad imperante en la zona -lo que provoca el movimiento continuo de desplazados- y la mayor confianza en curanderos que en los trabajadores humanitarios.
"Seguimos viendo casos de gente que primero acuden a curanderos que combinan la medicina moderna y la tradicional, y tardan en ir a los centros de tratamiento, lo que hace más difícil salvarles la vida", explicó este viernes el portavoz de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tarik Jasarevic.
Entidades como Unicef han concentrado sus esfuerzos en esferas cruciales como escuelas, donde tanto profesores como alumnos aprenden a identificar los síntomas del ébola y a lavarse con regularidad las manos, hábito que después enseñan en sus hogares.
Incluso, varios equipos de sensibilización -en un intento por mermar el rechazo de los líderes tradicionales- cuentan entre sus filas con supervivientes del ébola, quienes demuestran que se puede superar esta enfermedad si se es tratado a tiempo.
El virus del ébola se transmite a través del contacto directo con la sangre y los fluidos corporales contaminados, provoca fiebre hemorrágica y puede llegar a alcanzar una tasa de mortalidad del 90 % si no se detecta a tiempo.
La peor epidemia conocida en el mundo se declaró en marzo de 2014, con primeros casos que se remontan a diciembre de 2013 en Guinea Conakri, desde donde se expandió intensamente a Sierra Leona y Liberia.
La OMS marcó el fin de ese brote en enero de 2016, después de registrarse 11.300 muertes y más de 28.500 contagios, aunque la agencia de la ONU cree que estas cifras podrían ser conservadoras.