Tanto el Ayuntamiento de Gallardón como la Comunidad de Aguirre se han visto urgidos a tomar medidas una vez que se conocieron las sorprendentes circunstancias que se daban en el episodio: de un lado, decenas de denuncias de irregularidades y hasta ocho peticiones de la Policía Municipal a favor del cierre del establecimiento por no reunir los requisitos obligados. De otro lado, retraso de años en la adopción de medidas para disponer de un reglamento por el que deban regirse los porteros de discotecas, muy a menudo causa de incidentes graves en el ocio y en la noche de muchas ciudades, también de Madrid. Barcelona hace tiempo que decidió poner en marcha un reglamento de esa naturaleza, que parece haber ayudado a regularizar una actividad que a menudo resultaba conflictiva.
En el caso de El Balcón, la opinión pública ha reclamado a los poderes públicos, Gallardón y Aguirre, que adopten medidas que hagan imposible la repetición de dramas de esa naturaleza, como los que hoy siguen relatando algunos de los testigos, y que detallan el comportamiento atroz de los acusados del crimen: “Se tiró a plomo con las rodillas sobre su pecho”, contaba uno de los amigos del joven muerto. El alcalde Gallardón no ha dudado en proceder a la clausura de la discoteca en cuestión y de otras cuatro, en las que parece que podría suceder algo parecido cualquier noche...
¿Cuántas discotecas madrileñas están fuera de toda normativa y necesitadas de establecer unas conductas donde no prime el exceso de alcohol, el consumo de droga y las actitudes violentas? Y también: ¿cuándo podrán los padres de los chavales que salen de marcha algunas noches tener la tranquilidad de que en esos locales nocturnos se guardan algunas normas de buen comportamiento?
Por lo que se refiere a la presidenta Aguirre, también ha sido preciso que se produjera el episodio de El Balcón para que, en tres días, sacara adelante un reglamento por cuya virtud las discotecas habrán de proceder a disponer de “vigilantes de accesos” que no sean matones peligrosos. En todo caso, ha sido precisa la presión de la calle, de las familias y de los propios chavales compañeros de Álvaro Ussía para que el alcalde y la presidenta tomaran cartas en el asunto y se decidieran a adoptar medidas que se les venían reclamando, en muchas ocasiones, unos cuantos años.
Ahora se aproximan los festejos navideños, y es probable que vuelva a plantarse el problema de cada año de los lugares de ocio y de fiesta de los chavales. Muy a menudo los altos dirigentes políticos responsables del funcionamiento correcto de las ciudades parecen mucho más ocupados de incrementar su poder, por ejemplo, en la correspondiente Caja de Ahorros, o en la dirección del partido que los mantiene en el cargo. Llega a resultar secundario que la ciudad funcione como debiera...