El pueblo roteño no cuenta, quizás, con el reconocimiento a nivel nacional que ostentan otros municipios, por haber hecho del fútbol su mejor escaparate. La SD Eibar es uno de esos casos más representativos. Un equipo que pertenece a una localidad de poco más de 27 mil habitantes que ha conseguido sumar cerca de 40 temporadas en la élite, con pasado reciente en Primera División. También el Villarreal CF, afincado en un municipio de la provincia de Castellón de algo más de 50 mil habitantes. En su caso, a las puertas de nueva experiencia en la UEFA Champions League, la máxima competición continental. Tantas y tantas hazañas que, desde Rota, se presencian tan solo por televisión, mientras continúan haciendo el balón rodar en los campos más modestos del fútbol español de la mano del CD Rota y la UD Roteña. Dos equipos que, sin haber alcanzado más allá de lo que equivale actualmente a Tercera RFEF en toda su historia, han sido capaces de catapultar a numerosos futbolistas a lo más alto hasta demostrar que son auténticas fábricas de talento.
Manolo Villalba, Javi Zafra, Fernando Niño o Juanjo Cañas, entre otros, fueron los primeros. Valientes pioneros que trazaron un camino que, posteriormente, recorrerían nombres como José Cañas, José Mari, Fer Niño, Juan María Alcedo o Adrián Niño, hasta alcanzar ese mismo destino. Un camino que, en muchos de estos casos, ha pasado por una misma parada en común. Un equipo que ha servido de trasvase, de puente, desde Rota hasta la élite: el Atlético Sanluqueño.
Allí, precisamente, se encuentra Carlos Morillo. Este roteño acaba de echar el cierre a su primera temporada en el equipo juvenil del equipo verdiblanco. Lo ha hecho con nota de sobresaliente, además, en la que ha sido su primera experiencia fuera de casa tras despedirse el pasado verano de la UD Roteña, donde había disputado las últimas 13 temporadas: logrando un ascenso de categoría a Liga Nacional. Aun así, Carlos la recuerda como “una temporada dura”. No desde el comienzo pues, después de todo, la adaptación le resultó ser un proceso relativamente sencillo. “Un poco de incertidumbre. No conocía a la gente, ni al entrenador. No sabía como me iba a ir, pero hicimos un buen grupo. Una piña”, recuerda.
De hecho, pronto consiguió hacerse un hueco en la titularidad, para adueñarse del carril izquierdo, aunque sufrió un inesperado contratiempo cuando cayó lesionado en un entrenamiento. El resultado de las exploraciones médicas: una rotura de isquiotibiales, de once centímetros, que le alejó de los terrenos de juego durante una buena parte de la temporada. “Fue más duro anímicamente, que físicamente”, confiesa el futbolista. “No sabes cuándo ni cómo vas a volver”. Ese sentimiento de impotencia le pudo roer por dentro durante mucho tiempo, concretamente durante tres largos meses, pero finalmente pudo superar esos problemas físicos para volver a la rueda competitiva, en un momento clave de la temporada, y ayudar al Atlético Sanluqueño a dejar atrás el recuerdo de una primera vuelta decepcionante, hasta terminar por instalarse en lo más alto de la tabla. “Hicimos una segunda vuelta muy buena”, recuerda Carlos.
Al menos, suficiente para adelantar en ese ‘sprint’ final de competición en Segunda Andaluza a equipos de la talla del CD San Fernando o el Algeciras CF B, al que terminó superando por una mínima ventaja de un punto para asegurarse el título y celebrar, así, el ascenso a Liga Nacional. El segundo consecutivo en el caso de Carlos Morillo.
Todo un amuleto que, la temporada pasada, también pudo celebrar un ascenso con el equipo juvenil de la UD Roteña, en este caso, a Tercera Andaluza, donde todavía mantiene a muchos amigos. Ahora, buscan dar un paso más para escalar de división. “Vengo mucho a verlos. Están ahí en la pelea. Yo creo que lo van a conseguir”, asegura. Compañeros como Curro, Gonzalo Alonso, Jacob o Hugo Piatti, entre otros, que han comenzado a asomar la cabeza al primer equipo de la UD Roteña, a los que Carlos aconseja que “den el máximo y no se dejen nada en cada partido. Eso este club lo valora, y a la hora de tener oportunidades con el primer equipo eso es muy importante”.
Esa fue, precisamente, la manera por la que él mismo pudo debutar con el primer equipo, en la temporada 2022-23, condicionado por la inexperiencia, pero respaldado por una constancia ejemplar. Fue en Primera Andaluza, contra Puerto Real CF, de la mano de Juan Toro, que no dudó en darle la oportunidad pese a su edad. Tan solo 15 años marcaba en aquel momento su carnet de identidad. Más tarde, le llegaría la oportunidad de debutar en Copa Andalucía, con el CD Ventippo sevillano como rival, ya con el portuense Carlos Camacho en el banquillo. “Me ayudaron mucho y me hicieron mejorar”, expresa.
Ahora, Carlos Morillo busca realizar una nueva buena temporada en el Atlético Sanluqueño para celebrar un nuevo ascenso, en este caso, a División de Honor. Además, no descarta la idea de “seguir trabajando” para poder captar la atención del primer equipo y tener la oportunidad de debutar. Lo que no le ronda de cabeza, al menos de momento, es en la posibilidad de seguir los pasos de antecesores como José Mari, Juan María Alcedo o Adrián Niño. Otros roteños que, tras su paso por Sanlúcar de Barrameda, fueron catapultados directamente al primerísimo nivel.
“No es algo en lo que pienso realmente”, comenta. “Ahora mismo estoy en el Sanluqueño. Voy a defender a este club y a darlo todo. Ya lo que tenga que llegar, llegará”, finaliza, antes de desear suerte a la UD Roteña para el futuro y a sus equipos de cantera. Esas escalas inferiores que celebran éxitos temporada tras temporada para demostrar que Rota tiene presente, pero también mucho futuro.