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Hablillas

'Fast fashion'

Quienes trabajan la tela, al tocarla detectan su calidad, sin embargo, el consumidor no es tan exquisito ni tan exigente

Publicado: 30/06/2025 ·
18:06
· Actualizado: 30/06/2025 · 18:06
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Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Nuestra Alameda Moreno de Guerra ha acogido las labores de ganchillo de nuevo. El calor no ha logrado posponer la pasión por una labor cuyo origen impreciso la lleva muchos más atrás del siglo XIX, siglo en el que toma su nombre para definirse como técnica. Es el resultado del rastreo en cuanto a datos, de una afición que crece y se expande hasta el punto de haber sido tendencia para confirmarse un como estilo de moda propio, agradeciendo a los tapetes y a las puntillas el inicio y el empuje de la evolución.

Poco después de las siete de la tarde el levante, como un tragafuegos de circo, jugaba con las sillas y la megafonía en pruebas, mientras los manteles traveseaban levantándose para mostrar las vergüenzas de las mesas. Era una lucha curiosa entre los pares de brazos empeñados en reordenar la mini faldilla poco antes de que las pinzas la asegurara. Y los ganchillos empezaron a rodearse de hebras de hilo y a continuar lo que en poco tiempo será un diseño tan único y particular como un bolso, un muñeco amigurumi, un chal, una blusa o un vestido, como podemos ver en YouTube.

La ropa hecha con ganchillo se aparta de la fast fashion, de la moda rápida que engancha al comprador por su bajo precio, a quien no importa demasiado su baja calidad, porque pronto quedará anticuada y se deshará de ella, una conclusión que ignora o desea  ignorar casi todo sobre esta industria, a pesar de los documentales, artículos y entrevistas recogidos por los medios de comunicación e Internet sobre un tema cada vez más preocupante por los elementos empleados para realizarla enfocada a la rapidez por adquirirla, alarmante por el impacto ambiental negativo y las condiciones de trabajo, como sabemos. Quienes trabajan la tela, al tocarla detectan su calidad, sin embargo, el consumidor no es tan exquisito ni tan exigente en razón a lo expresado anteriormente.

La lana y el hilo, sin embargo, revelan con más facilidad sus propiedades, tanto si la prenda se compra confeccionada como si se utilizan ovillos, incluso hay tiendas donde se pueden adquirir las madejas para devanarlas una vez colocadas en el respaldo de un sillón o entre las manos de un voluntario, una ayuda extraviada, una costumbre restituida puntualmente junto con la charla y el olor suave y limpio de una hebra interminable de hilo de algodón, que terminará enroscándose al ganchillo de donde irá naciendo una labor de crochet artesana y perfecta. Y mientras crece irá llenando huecos de ocio, de falta de sueño mientras calma tensiones ejercitando los dedos, las muñecas, reubicando la mente mientras cuenta los puntos y las vueltas.

Así es el crochet, tranquilo, suave, terapéutico. Estilo, moda sin rapidez.

 

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