Últimamente siempre estoy pensando y diciendo que “hay que ahorrar porque estamos en una economía de guerra”, sobre todo desde que estallaron las de Rusia-Ucrania y Palestina-Israel, sin nombrar otras. Sin embargo, no es ese el concepto ni la definición más exacta, sino que debería decir que estamos en una economía de genocidio, como bien ha dicho la relatora especial de la ONU, Francesca Albanese, mujer valiente donde las haya, pues ha sido ella quien ha revelado y anunciado al mundo, según sus investigaciones, la cantidad de empresas que se han beneficiado y seguirán beneficiándose del genocidio de Israel en Gaza. Su informe para la ONU es el titulado “De la economía de la ocupación a la economía del genocidio”. En este documento no señala solamente a los típicos culpables, que ya sabemos quiénes son, como los fabricantes de armas, sino que va más allá y nombra a instituciones financieras y empresas tecnológicas, como Amazon o IBM, entre muchas otras...
La Misión de EEUU ante la ONU instó al Secretario General, Antonio Guterres, a condenar sus actividades y exigir su destitución como relatora especial para los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados.
Francesca Albanese no está sola, pues son varios economistas mundiales los que alaban y apoyan dicho informe, como Thomas Piketty (economista francés), Nassim Nicholas Taleb (estadista libanés-estadounidense) o el griego Yanis Varoufakis (exministro de economía). A lo largo de la historia hemos aprendido que los intereses económicos han sido generadores y capacitadores fundamentales de las empresas coloniales y con frecuencia, de los genocidios que cometieron. El sector empresarial ha sido inherente al colonialismo y han ayudado a la explotación, al saqueo, la violencia de los pueblos y las tierras indígenas (capitalismo colonial racial) y en este caso que nos ocupa, Israel no es una excepción.
El informe de Albanese representa una importante aportación para comprender el apartheid de Israel, la limpieza étnica de los palestinos y su genocidio. Podríamos preguntarnos ¿cómo un Estado tan pequeño, de tan solo 21000 km cuadrados y con menos de 10 millones de habitantes, de los cuales, 6,5 millones son judíos y 3 millones son árabes, (en este planeta Tierra somos unos 8000 millones) puede estar hoy en día dominando el mundo y haya obtenido tal supremacía y superioridad en la política internacional, hasta tal punto que su sola existencia suponga un riesgo para el resto de la humanidad? Se podrían considerar dos elementos. Por una parte, su historia a partir del año 1948 cuando fue creado el nuevo Estado de Israel y la gran importancia geopolítica que adquirió en el dominio mundial de los EEUU. Históricamente es el fruto de la convergencia de un concebimiento racista, el sionismo, que su fundador Theodor Herzl, desde finales del siglo XIX proclamó para la construcción de un estado en Palestina, con los intereses de las potencias mundiales, primero Inglaterra y después EEUU, que introdujeron una patria colonialista en Asia Occidental, con el objetivo de controlar los hidrocarburos, imprescindibles para que el capitalismo siguiera funcionando y al mismo tiempo contraponer a los movimientos de liberación nacional, una vez terminada la Segunda Guerra Mundial.
Por lo tanto, para expandirse, este proyecto de colonialismo, es necesario adueñarse de las tierras de los palestinos y para ello tiene que expulsar, someter, torturar y asesinar, incluso desde antes del año de su fundación como Estado sionista, produciendo limpieza étnica y genocidio bajo el lema de su superioridad divina, con su poderío militar y su brazo ejecutor, el Mossad (su servicio de inteligencia secreta) y con el apoyo incondicional de EEUU y la Unión Europea.
El informe de Francesca Albanese representa una importante aportación para comprender el apartheid de Israel, la limpieza étnica de los palestinos y su genocidio.
Cabria preguntarse, si es tan importante este informe de la relatora, ¿por qué EEUU pretende eliminarlo, al mismo tiempo que a su autora? No hay genocidio para el gobierno norteamericano, ni para Israel ni para la mayoría de los gobiernos europeos. Sin embargo, pese a esta negativa sabemos ya que las empresas multinacionales lo facilitan para su propio beneficio.
