Orgullo de formar parte de profesiones que permiten ayudar a personas en momentos de gran vulnerabilidad y dolor por lo vivido: así resumen su vivencia cuatro mujeres de distintos colectivos que actuaron en el incendio del barrio valenciano de Campanar que se saldó con diez fallecidos.
Una supervisora del 112, una enfermera de emergencias sanitarias, una psicóloga voluntaria de Cruz Roja y una inspectora de la Policía Nacional han rememorado para la Agencia EFE ante el edificio siniestrado cómo vivieron el suceso y han reivindicado, con motivo del Día de la Mujer, sus profesiones y la vocación que les guía.
El silencio de la sala del 112
Amelia Ivars era la supervisora del 112 Comunitat Valenciana cuando la tarde del jueves 22 de febrero entró la primera llamada alertando del fuego. "Nos pareció en un principio un incendio de los que habitualmente se reciben a diario, sobre todo en la época de invierno", pero "en cuestión de diez minutos" se vio que era "muy grave", explica.
Toda la sala se volcó en equipo para atender las llamadas, entre ellas las de personas que estaban en el interior del edificio "angustiadas sin saber qué hacer" y las de familiares y amigos que "no sabían nada de ellos", mientras les iba llegando información e imágenes en las que intuían el alcance de la tragedia.
"Se hizo un silencio que no es lo habitual, porque estamos acostumbrados a atender emergencias", asegura a EFE Ivars, quien explica que, pasados los momentos iniciales, también coordinaron llamadas de gente que se ofrecía a ayudar, y afirma que ese día fue "muy duro" y costó "mantener la entereza".
Tras 25 años en este servicio, donde también vivió el accidente de metro de València de 2006 -con 43 muertos-, Ivars se muestra "muy orgullosa" de su profesión, y admite que pasar junto al edificio, donde aún huele a quemado, le hace revivir ese día y pensar en las personas que lo han perdido todo, en especial en los fallecidos.
Cuesta mirar al edificio
Paola Benlloch es enfermera del Servicio de Emergencias Sanitarias de la Comunitat Valenciana y aunque el día del incendio no estaba de guardia, fue movilizada junto al grupo de catástrofes del que forma parte para reforzar a las primeras dotaciones que llegaron a Campanar y dar una atención sanitaria "lo más temprana posible".
Rememora aquellas horas como "un carrusel de emociones": desde la incertidumbre y preocupación iniciales por que el incendio pudiera tener "consecuencias desmesuradas", a "un poquito de tranquilidad" cuando se vio que su alcance no iba a "desbordar" los recursos. Pero sobre todo, la "admiración y respeto" por la implicación de todos los profesionales.
"Lo damos todo en el momento que haga falta", dejando de lado "nuestras vidas para estar ahí y ayudando en todo lo que pudiéramos", destaca esta enfermera con veinte años de experiencia que ha intervenido en los incendios forestales de Montitxelvo (Valencia) y Barracas (Castellón), además de la pandemia, y para quien su profesión es "uno de los motores" de su vida.
Volver al lugar del suceso le trae recuerdos de los momentos vividos ese día, como si fueran trozos de una película. "Me da pena, empatía con toda la gente que ha perdido su hogar, su familia, sus mascotas", afirma. Y confiesa que cuesta "levantar la mirada hacia el edificio".
Nadie te enseña a vivir un incendio así
María Esteve es psicóloga voluntaria de Cruz Roja y miembro del Equipo de Respuesta Inmediata de Intervención Psicosocial (ERIE), que desde la noche del incendio hasta una semana después han acompañado a las familias para que pudieran encontrar "lo más rápidamente posible su nueva normalidad".
También atendieron esa noche a varios bomberos, pues "nadie te enseña a vivir un incendio como este", y los profesionales, aunque estén preparados, también sufren viendo a los demás sufrir. "Estar, dar una mano, un abrazo, incluso un silencio" o explicarles los síntomas que pueden aparecer tras "un momento de estrés tan alto" ha sido parte de ese acompañamiento.
Esteve admite que para ella ha sido una experiencia dura, pues en sus cuatro años como voluntaria nunca había estado en un suceso tan grande y "con tanto sufrimiento entre las víctimas y los profesionales", y le ha resultado "imposible" desconectar, ya que ha sido una semana de contacto diario con las víctimas y todo el mundo hablaba del suceso.
Ver ahora el edificio le hace sentir "mucho dolor", pues rememora el sufrimiento de tantas personas que han perdido "tantos sueños" y a las que le pone cara, pero también "mucho orgullo" de todo lo que se ha trabajado por ellas. Y reivindica una profesión que le permite ayudar a las personas en momentos de "gran vulnerabilidad".
Complicado no empatizar
Lourdes M. es inspectora del Grupo de homicidios de la Policía Judicial de Valencia y junto a su equipo se centraron en tratar de identificar a todos los inquilinos, propietarios o moradores de la vivienda y comprobar que estaban todos bien, así como a los heridos que fueron trasladados a distintos centros hospitalarios.
Después de 30 años en la Policía Nacional, cinco de ellos como inspectora, admite que fue un momento "duro" y que es "complicado" gestionar a nivel personal una vivencia así. "Es imposible no empatizar con la gente que ha perdido todo ni con los familiares que han perdido a sus seres queridos", aunque "el trabajo te va curtiendo", señala a EFE.
Afirma que no había vivido un suceso de esta magnitud en toda su carrera profesional y asegura que entró en este cuerpo porque siempre le ha gustado ayudar a los demás. "Entré por vocación y si volviera a nacer volvería a ser policía nacional, lo tengo clarísimo", asevera.