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Jueves 21/11/2024
 

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Recuperar los ascensores para recuperar la vida post DANA

Domingo, de 87 años, lleva tres semanas prácticamente sin bajar a la calle. La DANA del 29 de octubre se llevó consigo la puerta del ascensor de su edificio

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  • Domingo, de 87 años. -

Domingo, de 87 años, lleva tres semanas prácticamente sin bajar a la calle. La dana del pasado 29 de octubre se llevó consigo la puerta del ascensor de su edificio, que la riada además dejó completamente inutilizado pese a que el suministro eléctrico se ha restablecido hace ya semanas.

“Con el tema del ascensor es que estamos que no salimos. Mi hijo me trae lo que puede, hace la compra y pasea a la perrita -Luna-, para que pueda hacer sus necesidades. No sabemos cuándo lo arreglarán. El seguro será el que tendrá que venir y poner todo eso”, relata a EFE Domingo, que llegó a Paiporta con 12 años y ha hecho toda su vida en esta localidad valenciana vendiendo electrodomésticos en un negocio que la dana también ha arrasado.

Como él, muchos vecinos de edad avanzada o con movilidad reducida de este municipio, donde en general los edificios no tienen más de tres o cuatro alturas, afrontan un reto extra: poder salir de su vivienda y recuperar algo de pulso a la calle.

Domingo y su mujer se enfrentan a cuatro pisos en total, están en la última planta. Desde su vivienda tienen una vista privilegiada del barranco del Poyo, que vieron desbordarse hasta límites que nunca habrían imaginado el día de las inundaciones. Este empresario jubilado señala que dependen totalmente de sus hijos para poder hacer los recados más básicos. Paco, uno de ellos, se encuentra también en la casa: es fotógrafo y ha perdido todos sus equipos.

En su edificio, otro de los vecinos, Miguel, que barre con esmero el polvo y el barro acumulado en las escaleras, ahora especialmente transitadas, comenta que sí, que hay varios vecinos mayores a los que les está costando retomar la normalidad por este asunto, pero se resigna: “Hay mucha faena”.

Limpiar garajes como hábito

A la complejidad de recuperar los ascensores se le suma la ingente tarea que supone poner a punto aquellos garajes, prácticamente todos los de Paiporta, en los que todavía se acumulan el barro y el lodo en cantidades difíciles de manejar. Es un trabajo que, como en el resto de esta localidad, se ha de hacer metro a metro.

En la oscuridad de uno de estos garajes, en un lapso de apenas diez o quince minutos, los voluntarios sacan el lodo a base de vagonetas que van repletas. Las suben una y otra vez a través de la rampa del garaje, por la que bajan prácticamente deslizándose. En esta jornada, y en ese poco tiempo, les ha alcanzado para sacar uno de los últimos coches que quedaban en el interior.

El vaivén de los rastrillos y fregonas se ve levemente interrumpido por un grupo de cinco o seis mujeres, que llaman la atención porque la mayoría de ellas van ataviadas con hábitos. Han visto un garaje con faena y se han acercado a quienes trabajan en él para preguntarles si necesitan una mano.

Vienen desde Cataluña y se organizan cada semana "como pueden". La mayoría, señala una de ellas, son novicias aún no ordenadas como monjas. También manifiesta que prefieren no perder el tiempo hablando de sí mismas para poder dedicarse a ayudar.

Las Fallas como unidad de medida temporal

Paiporta continúa, tres semanas después, siendo un trasiego de maquinaria pesada, militares, policías y voluntarios venidos de todas partes de España. Hacia la zona de la parada de metro que se llevó el temporal, un vecino observa su calle, donde se amontonan coches inutilizados que esperan a ser retirados.

“Yo creo que hasta Fallas o así no se empezará a ver cierta normalidad, sin barro y sin máquinas”, calcula pensativo. 

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