Los recursos son siempre escasos. Cualquier organización necesita recursos físicos, económicos, intelectuales y humanos, y nunca se dispone de todo lo que se precisa, aunque muchas veces no somos capaces de ver lo que realmente tenemos porque estamos más enfocados en lo que nos falta, por comparación con otros, y no es más pobre el que menos tiene, sino el que más desea.
Cuando pregunto a mis estudiantes de últimos cursos si han pensado en crear una empresa, la mayoría de las veces la justificación de su negativa se basa en la falta de recursos, sobre todo financieros y de conocimientos necesarios. Suelen estar más dispuestos a emplear su formación, tiempo, ilusión y esfuerzo en proyectos ajenos que no pueden controlar, más que en gestionar algo propio. En realidad, más que dinero o conocimientos lo que suele faltar es confianza en ellos mismos para poner en marcha algo, para movilizar los recursos que sí tienen, buscar los que necesiten y convencer a otros de apoyarles.
La mayoría de las personas son capaces de mucho más de lo que realmente hacen en muchas organizaciones. Y también hay directivos que son capaces de mucho menos de lo que tienen encomendado gestionar. Igual que hay personas a las que se le mueren hasta los cactus, hay directivos que consiguen marchitar a las personas que comenzaron a trabajar con ilusión. En el otro extremo hay directivos que consiguen sacar lo mejor de nosotros mismos, y saben crear un ambiente en el que todos están dispuestos a contribuir con su mejor esfuerzo a conseguir los objetivos propuestos. El directivo, como un director de orquesta, debe asignar actividades, recursos y tiempos a quienes dependen de él para conseguir una armonía, para articular el esfuerzo de todos y sumar sinérgicamente las tareas en las que se divide el trabajo que hace la organización para satisfacer las necesidades de sus clientes.
Frente a la mano invisible del mercado, en las empresas es la mano visible del empresario y los directivos la responsable de la asignación de recursos escasos, y eso supone priorizar dónde aplicarlos y en qué medida. A veces el esfuerzo no produce resultados porque los recursos asignados no bastan para alcanzar suficiente masa crítica. También hay recursos infrautilizados, otros sobre-explotados, sobre todo los humanos, y otros mal asignados, sobre todo los públicos que alguien dijo que no eran de nadie y pueden acabar malgastados, porque como decía Séneca la riqueza es el siervo de un hombre sabio y el amo de un necio.