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Notas de un lector

Altar de luz

En Orillas de los ríos, Tomás Hernández Molina (1946) no nos entrega solo un libro: nos ofrece un cauce

Publicado: 22/04/2025 ·
10:42
· Actualizado: 22/04/2025 · 10:42
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Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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En Orillas de los ríos (Elenvés Editoras, 2025), Tomás Hernández Molina (1946) no nos entrega solo un libro: nos ofrece un cauce. Esta antología, que recoge dos décadas de su voz poética, fluye como un río que ha aprendido a conocer cada piedra bajo su corriente. No hay en estas páginas un simple tránsito por el tiempo, sino una contemplación serena, por esos lugares donde la vida se desacelera, donde el alma, quieta como un remanso, escucha.

Se aúna aquí y ahora un atractivo panorama de diez libros (2004 – 2024), más una muestra de dos poemarios aún inéditos.Cadapoema es un meandro, una curva en la memoria, un espejo donde el lector puede asomarse y reconocerse. La naturaleza, omnipresente, no es solo escenario, sino lenguaje; y esos ríos citados, son metáfora primera, símbolo de la existencia misma: mutable, persistente, misteriosa.

Hernández Molina escribe como quien camina descalzo por la ribera del mundo, sintiendo cada textura del barro y la arena, cada temblor del agua entre los dedos del pensamiento. Hay una melancolía que no pesa, sino que acaricia. Sus versos, de tono íntimo y profundo, nos invitan a sentarnos junto a él bajo un álamo invisible, a escuchar el rumor de lo vivido, de lo amado: “Los ojos sólo fueron una herida en la piel/ que se llenó de luz,/ un artificio urgente, un acomodo/ que a veces nos fascina. Así los tuyos/ y en esas cosas pienso si me miras”.

En su prólogo, Vicente Gallego incide en que “la verdadera emoción que nos embarga al leerlo no proviene nunca de lo anecdótico, sino del hallazgo expresivo, de la temperatura propia del texto. Explorado a través del tiempo y del espacio, revivido en la historia de la humanidad, el único objeto de sus libros es el temblor ante lo que no puede ser expresado enteramente, eso que todos sus poemas quedan rozando con las yemas de los dedos”. Y, en efecto, al asomarse a cualquiera de estos textos y sumergirse en su decir, aflora un fulgor latente, el mapa interior de un sujeto lírico que se mueve en un territorio de afectos, silencios y preguntas que no buscan respuesta, sino eco: “Transparentan las ramas de los pinos/ el oro de la lluvia, como una estrella nueva/ que empezara a nacer y se estremece./ Altar de luz fue el árbol/ y bailamos desnudos a los pies de los dioses”.

En su epílogo, Álvaro Salvador remite “a una dialéctica que va desde un lirismo intimista y subjetivo hasta la objetivación libresca e histórica de un culturalismo rico y diverso”. Esa dicotomía es, a su vez, esencia sustantiva de los lugares comunes de Tomás Hernández Molina, de los lugares a los que vuelve su verbo, como ciertos paisajes del alma, cuando necesita recordar -recordarnos- que la poesía no es otra cosa que el arte de saber mirar mientras el agua sigue su curso.

Orillas de los ríos es, en definitiva, una obra condensadaen la posibilidad de encontrar belleza y sentido en lo efímero. Y, es también, una invitación a detenerse en las orillas de la propia experiencia, y a dejarse llevar por la corriente serena y lúcida de la palabra poética.

 

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