Muhammad Yunus, conocido como el "banquero de los pobres", creador de los microcréditos y Premio Nobel de la Paz en 2006, sostiene que “todos nacemos emprendedores”. Argumenta que “en el principio de la historia humana todos los seres humanos eran emprendedores porque debían conseguir su comida y alimentarse y cuidarse por sí mismos. A medida que avanzó la civilización nos convertimos en trabajadores y olvidamos que somos emprendedores. Algunos desarrollan esta capacidad y otros nunca llegan a saber que la tienen”. Sostiene que se nos ha convencido de que tenemos que buscar un empleo. También nos han convencido de que para ser emprendedor hay que tener una serie de rasgos especiales que no están al alcance de todos, como si solo hubiera un perfil de emprendedor, y como si el ser humano no pudiera aprender, evolucionar, adaptarse, esforzarse, mejorar, formarse, cambiar de actitud y convertirse en lo que quiera ser.
Ser emprendedor es más difícil, complejo y desafiante porque supone enfrentarse a la dificultad de desarrollar la tarea que haya que hacer, y añadirle la de determinar qué tarea es la que hay que hacer, para quién, cómo hay que hacerla, cómo hay que financiarla, cómo hay que venderla, etc. Es más sencillo convencernos que solo somos fuerza laboral que debe seguir instrucciones, descartando la complejidad que supone reconocer que podemos hacer mucho más, aportando creatividad e iniciativa. Pero nadie nos va a mantener en nuestro puesto de trabajo si no añadimos más valor que el coste que suponemos. Igual que ocurre con cualquier producto, si su valor añadido no se percibe por parte del comprador o no está dispuesto a pagarlo, lo considerará un commodity (producto básico indiferenciado) y tratará de conseguirlo al menor coste posible.
La IA se va a llevar por delante muchas empresas y puestos de trabajo, porque su valor añadido percibido está cayendo y seguirá haciéndolo. La ventaja competitiva sostenible debe estar distribuida, basada en un conjunto de habilidades, competencias, conocimientos y actitudes que, apoyándose en la tecnología, nos permita entender y solucionar mejor los problemas de personas y empresas. Tanto empresas como trabajadores deben recuperar el espíritu emprendedor, deben cuestionarse si lo que hacen es lo correcto, si su misión y su forma de alcanzarla sigue teniendo sentido o debe evolucionar. Es más cómodo esperar a que otros se arriesguen. La libertad y el crecimiento como seres humanos es el precio que pagamos por conseguir comodidad y, aunque parezca mentira, no todo el mundo quiere ser libre.