¿Qué belleza pueden tener los postes de hormigón o de madera, colocados para sujetar cables? Plantados durante la ejecución de una obra, allí se han quedado, como si la intención de la propiedad en realidad hubiera sido alejar cables de su fachada. No esperarán que florezcan. Siguen los estorbos en medio de la calle, interrumpiendo el paso en las aceras, estrechándolas, unos más que otros, depende de la distancia con la construcción y de la anchura de la acera, hasta dejar alguna reducida a la mínima expresión.
Hace tiempo esos adefesios deberían haber sido retirados, pero así unos -la propiedad- ahorra unos eurillos y otros, -el Ayuntamiento- se centra en cosas más importantes. ¿Por ejemplo? Seguir enterrando dinero en el tranvía y el bus con carril propio. A ver si empezamos a dejarnos de disfraces y llamamos a cada cosa por su nombre. O sea: dejen de justificar el gasto inútil de la ciudad para ahorrar a la Junta la construcción del metro.
¿Alguna vez se enterarán los políticos que son representantes de sus votantes y de los demás? ¿Se decidirán algún día a pensar más en su trabajo y menos en su propio interés o en la soberbia de considerarse sus dueños? ¿Se darán cuenta que el voto afirmativo no es una patente de corso?
La ciudad no es un cortijo ni el alcalde su cacique. Ni los concejales aperaores. Cuando la gente confía en alguien, aunque se haya equivocado al votar, deberían tener la nobleza y pulcritud de dedicarse a cuidar aquello puesto bajo su administración.
El voto, ni minoritario ni mayoritario, autoriza a llevar a cabo la preferencia particular de quien lo recibe. Los carriles-bici deben estudiarse mejor.
Las prisas de algunos conductores de bicicletas y patinetes son conductores, no peatones; el río es de la ciudad y de los andaluces, ni de la Junta ni de una población.
Pero si no cuidan siquiera la estética ¿les vamos a pedir que reclamen las líneas de metro? ¿Va a enfrentarse a sus jefes?...