El periodista José Antonio Zarzalejos escribió a las pocas horas de la muerte de Isabel II: “Era el dique de contención de la propia decadencia de Gran Bretaña”. Isabel II, en 70 años de reinado, conoció desde los inicios de la televisión en blanco y negro a la era de Internet y de las redes sociales, con su aspecto elegante y entrañable, que fue esculpiendo el paso del tiempo, de mujer firme y eterna, un perfil amable bajo el que siempre hubo una dama de acero. En 70 años solo concedió una entrevista periodística, pero logró sobradamente que su imagen encajara bien en los artículos del Times, en los tabloides sensacionalistas, o en las crónicas mundanas de la revista Hola. Isabel II avanzó a través de la Historia con idéntica naturalidad que en la vida cotidiana, desde Churchill a Liz Truss, en una institución, la Corona inglesa, con 1.000 años de existencia.
El exministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, aseguró por la radio que siente envidia de países como Reino Unido, que saben cuidar sus instituciones, entre ellas la Monarquía. Pero lo esencial, claro, radica en que las instituciones sepan cuidar de sí mismas. Se comentó en su día que el Rey Juan Carlos recomendó a Isabel II que pagara impuestos, como todos los ciudadanos. En España existió durante lustros el denominado ‘juancarlismo’, ya completamente extinguido. Lo dicen estos días los cómicos de Imprebís en el madrileño teatro Alfil: “Raro país este. No puede haber dos reyes. Eso solo ocurre en España. Igual nos saltamos un rey, que tenemos dos al mismo tiempo”.
Isabel de Windsor ejerció de enfermera durante la Guerra Mundial y luego escuchó atentamente los consejos que le dio Winston Churchill. Siempre congenió mejor con los laboristas que con los conservadores. Durante los últimos años, desde la neutralidad a la que obliga el cargo, templó los ánimos de los ciudadanos y de los gobernantes de un país que, como toda Europa, padece hondas crisis: cambio de primeros ministros con frecuencia ‘a la italiana’, la cuestión separatista de Escocia, la incertidumbre respecto a Irlanda y, sobre todo, el Brexit. Carlos III es ahora un hombre obligado a empezar a trabajar. A sus 73 años. Siempre bajo la sombra del oscuro recuerdo de Lady Di. Quizás Isabel II se había convertido ya en un personaje de otra época, pero lo que ella significaba representaba mucho para los británicos. Tras la muerte de Isabel II, Carlos III deberá afrontar un reinado plagado de espinas. Pero ya quisiera Felipe VI para sí los problemas de Carlos III. La Monarquía española está sin luto, pero en el laberinto.