Los que se superan cada día que pasa son los responsables de echar a andar el tranvía de Cádiz a Chiclana con paso por la calle Real o lo que queda de ella. La última travesura, por llamarla de alguna forma, es colocar unos armarios de control en la facha de la Compañía de María, monumento calificado como Bien de Interés Cultural, y otros en frente al callejón del Santo Entierro.
El Ayuntamiento de San Fernando, que sabía que esos armarios se iba a colocar pero no esperaban que fuera de semejantes proporciones, los ha calificado de armatostes y ha ordenado parar la instalación.
Los comerciantes afectados, obviamente, no se han callado la boca y así lo manifestaban a Ondaluz y desde la Junta de Andalucía se aclara que los armatostes van empotrados en las marquesinas del tranvía que precisamente van en los lugares donde han sido colocados. Unas marquesinas de ocho metros de larga que llevan una parte sin cristalera, donde se supone que irán los armarios y otra parte con cristalera para que la gente se resguarde en invierno.
¿Y qué diferencia hay entre un armatoste en la calle Real y un armatoste empotrado en una marquesina? Ninguna. Lo mismo da un armaroste empotrado que sin empotrar cuando está ante un Bien de Interés Cultural, que es lo que ha entendido el Ayuntamiento al paralizar la instalación.
Eso y que la Junta sigue pasándose por el forro su propia legislación en San Fernando, comenzando por hacer una obra sin proyecto y terminando por improvisar cada dos por tres nuevas ocurrencias que demuestran que el prototipo se les ha escapado de las manos y ya ni siquiera es un tren tranvía. Sólo falta el guardagujas.
Por cierto, me gustaría saber qué vieron los técnicos de la Unión Europea para hacer el informe que lo calificaba como un proyecto modélico. Y miren ustedes que desde esta casa siempre hemos estado a favor del tranvía y lo seguimos estando. Pero esta es la mayor chapuza que se haya podido imaginar nadie.
