Siempre hay un antes, un durante y un después en nuestras vidas. Mientras el primero lo podemos recordar, el segundo lo contaremos, el tercero, en el mejor de los casos, es posible intuirlo, pero con grandes dosis de error, entre los pronósticos y lo que nos deparará realmente el futuro.
Casi siempre, salvo que la parca nos atraque por sorpresa, hay un antes y un después en nuestro recorrido por estos mundos de Dios entre reconocimientos, luchas y descubrimientos, méritos y clientelismos, casas de malicia y hogares de bondades.
El espectáculo de los sondeos, barómetros y encuestas ha comenzado. Cuando los ciudadanos y ciudadanas hablemos, se cumplirán o no sus pronósticos y expectativas. Para unos será una alegría y el poder, para otros una tragedia y la oposición, pero todos querrán continuar.
Cuando procuramos que todo nos resulte interesante, evitamos discusiones absurdas y estériles, enfados e iras inútiles, hacemos las necesarias rectificaciones y colocamos nuestras miradas en el futuro, cansados hasta el hartazgo de la rutina y hemos de decidir qué cambios hemos de hacer y cómo queremos que sean nuestras vidas.
Aspiramos a ser ingeniosos en el manejo de nuestras pensamientos y palabras, creativos a la hora de poner en marcha nuevas ideas e iniciativas, rápidos en la solución de los problemas y eficaces en la gestión de los recursos que tenemos a mano.
Pero sobre todo hemos de ser honestos y no perjudicar a los demás para no estrechar sus caminos ni hacer que renuncien a sus objetivos. En los problemas que se nos presenten, hemos de hacerles frente y la solución no está en dejar pasar el tiempo o mirar para otro lado como si no sucediera nada.
Entre acuerdos y desacuerdos, jaleos y embrollos, confundidos y enredados, posesiones y poderes, estereotipos y prejuicios, urgencias y desajustes, exageraciones y trolas, discreciones y escándalos, acuerdos y disidencias, vamos buscando los momentos y las circunstancias más apropiadas para aprovechar las ocasiones y los tiempos perdidos.
En ese calendario por venir, redescubriremos que la música y la palabra tienen solución para casi todo, que entre demandas y propuestas, gafados y frustrados, amenazas y presiones, palabras vacías y trágicas historias, hay cambios que nos afectan y otros que no.
Desde el presente hemos de aprender para el futuro, que resulta imposible complacer a todo el mundo, intentando mantener la serenidad, la sonrisa y la cortesía. Nada está ganado ni perdido: No podemos confiarnos y estar al pie del cañón dando lo mejor de nosotros mismos.
Hemos de dar un paso al frente sin dudar, haciendo que el pasado se lo lleve el viento y no perdiendo oportunidades para ser felices, utilizando toda nuestra gracia, poder y encanto, dejando de lado lo inoportuno, lo improcedente y lo chabacano.
La mitad de algo puede ser el doble de otra cosa, como el eterno viaje de los corredores de fondo o la fugaz carrera de los velocistas, o que tu tiempo lo manejen a su antojo los demás, entre retos y desafíos, maquinaciones y manipulaciones.
Debemos abrir puentes de entendimientos hasta con nuestros más duros adversarios, sabiéndonos poner el mundo por montera y utilizar la empatía y la compresión que pueden obrar milagros, evitando las polémicas y optando por el compromiso y la autenticidad.