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Martes 01/07/2025
 

Cádiz

En memoria de Manolo Bernal: cuando se apaga una voz

Cuando se marcha un compañero como Manolo Bernal, lo que se apaga no es solo una vida, sino una presencia, una costumbre, una certeza

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  • Manolo Bernal. -

Esta es una de esas páginas que uno jamás quisiera escribir. Porque cuando se marcha un compañero como Manolo Bernal Andamoyo, lo que se apaga no es solo una vida, sino una presencia, una costumbre, una certeza. Se nos ha ido Manolo, cofrade por vocación, comunicador por naturaleza, compañero por convicción. De esos que siempre estaban. De esos que parecían eternos.

Hace solo unos días, en vísperas del Corpus, lo vi por la calle Nueva. Iba solo, como a veces le gustaba, elegante, sereno, pensativo. Y al día siguiente, todos lo vimos en la retransmisión de 7TV portando el Lábaro ante la Custodia. Lo nombramos varias veces. Nadie podía imaginar que sería la última vez que lo veríamos en nuestras pantallas, en nuestras calles, en nuestras vidas.

Manolo fue una referencia indiscutible de la radio cofrade andaluza. Su etapa en la Cadena COPE dejó una huella imborrable en toda una generación que descubrió las cofradías con auriculares en los oídos y emoción en el pecho. Yo no tendría ni quince años cuando me abrió la puerta de su equipo de retransmisión. Nos citó en su casa de la calle Torres, donde una réplica de la Esperanza Macarena presidía el salón. A un grupo de jóvenes nos explicó cómo serían aquellas conexiones vía teléfono móvil, cuando eso era aún una novedad. Así era Manolo: pionero, generoso, maestro sin darse importancia.

También trabajamos juntos en esta casa, en el grupo Publicaciones del Sur, cuando se llamaba Onda Luz TV. Colaboré en El Nazareno, el programa cofrade, y más tarde en El Mirador de la Bahía, con él y Víctor de la Torre. Tiempos de aprendizaje, de ilusión, de complicidad.

Nos unía, además, el amor por Sevilla y por su Semana Santa. Allí, Manolo era —y seguirá siendo— toda una institución. Cada vez que conocía a algún cofrade sevillano y decía que era gaditano, no faltaba quien me preguntara si conocía a Manolo. Como si conocerlo fuera un pasaporte cofrade. Y lo era.

Se nos ha ido Manolo y nos ha dejado el alma rota. Pero creemos en el reencuentro. Porque los cofrades creemos en los regresos, en las calles que vuelven a vivirse, en la vida que no se agota. Algún día volveremos a vernos, Manolo, en ese universo infinito de calles sevillanas y mareas gaditanas. Nos reencontraremos en una tertulia sin relojes, donde no se acaben las anécdotas ni haya que cortar para publicidad.

Descansa en paz, compañero. Descansa en paz, maestro. Y gracias.

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