Pasamos la vida como en un soplo, aunque algunos les parezca que tienen demasiados años. Entre tirones y zarandeos, intentamos buscar un equilibrio, que nos permita disfrutar al máximo, sentirnos útiles y entender que los demás también tienen sus razones y sus emociones.
A decir verdad nos pasamos la vida, entre idas y vueltas, buscando nuestra estrella, y o terminamos encontrándola en cualquiera de los lugares, situaciones o personas que nos encontramos en el camino o acabamos estrellados.
No terminamos de entender ese sector de la fauna humana que se obsesiona en hacerles la vida imposible a los demás, con lo bien que se siente uno, disfrutando de las risas y sonrisas, de los triunfos y aplausos que los otros viven y reciben.
Resulta preocupante cuando alguien comienza a estar triste con las alegrías de los demás, comienza a descartar todo aquello que no está de acuerdo con lo que piensa, y se vuelve impositivo y tiránico. Mala cosa, ya que termina pasándoselo fatal en lugar de disfrutar de la vida, que debería ser nuestro principal objetivo.
Tampoco es saludable, envolverse en la queja permanente por nuestros quehaceres y responsabilidades, y lo peor de todo perder el sueño o angustiarse por gilipolleces y tonterías. Cada momento de nuestras vidas tiene su magia que tenemos que saber encontrar.
Hay quien desperdicia sus días en discusiones inútiles y objetivos estériles o los que viven por encima de sus aptitudes y posibilidades, y terminan perdiendo el sentido de la realidad., los que montan broca en lugar de estrechar las manos o dar abrazos.
Encontrar el equilibrio no es tarea fácil, y con frecuencia nos perdemos entre afrentas y venganzas, y no saboreamos las delicias de pequeños momentos que contienen lo mejor de una mirada, una palabra de afecto, un buen gesto o un acuerdo que nos permite que avancemos en lugar de retroceder.
A lo largo de nuestra existencia hemos de sortear todo tipo de piedras y obstáculos en nuestros caminos, afrontar dificultades, resolver conflictos, soportar ataques y temporales, y eso lejos de debilitarnos, nos hace más fuertes y sólidos.
Tirones y zarandeos, verdades y disimulos, la verdad del cuento son las cuentas, y es que muchas de las diferencias que disfrazamos con diferentes vocabularios y palabras, no dejan de ser un camelo para ocultar la pobreza o defraudar desde la riqueza.
Lo peligroso y preocupante es cuando dejamos de aceptar las críticas, incluso las negativas, y solo queremos caminar por la dulce y autocomplaciente sendero de los halagos y lisonjas, para terminar creyéndonos que el mundo gira en nuestro alrededor.
Entre falsas evidencias y juicios amañados, pasiones insatisfechas y objetivos que no se cumplen, presiones y chantajes, debemos conseguir que las cosas fluyan a nuestro alrededor, sin problemas, sin tensiones, respetando los gustos y apetencias de los otros.
No debemos perder más el tiempo haciendo cosas que no queremos hacer, y ser capaces de abrir ventanas a nuevas realidades que jamás hubiéramos podido imaginar. Y en la búsqueda del equilibrio, entre tirones y zarandeos, no hemos de ser ansiosos con las alabanzas y pensar que las críticas son siempre excesivas.